sábado, 16 de junio de 2012

La sombra que se cernía sobre Europa

                 Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo...
Marx, Manifiesto comunista.


                 El más grande de los últimos acontecimientos -que Dios ha muerto, que la fe en el Dios cristiano se ha hecho increíble- comienza ya a lanzar sus primeras sombras sobre Europa...
Nietzsche, La Gaia Ciencia


                "Esta es la cuestión: Europa se ha quedado sin moral. No es que el hombre-masa menosprecie una anticuada en beneficio de otra emergente, sino que el centro de su régimen vital consiste precisamente en la aspiración a vivir sin supeditarse a moral alguna". "Ahora recoge Europa las penosas consecuencias de su conducta espiritual. Se ha embalado sin reservas por la pendiente de una cultura magnífica, pero sin raíces."

Ortega y Gasset: La rebelión de las masas. "Se desemboca en la verdadera cuestión".




        Europa, Europa, Europa... Resuena en mi cabeza como aquella Tara en la de Escarlata O'Hara. La tierra a la que hay que volver, de cuyas raíces se extrae la fuerza. Las vertiginosas transformaciones de la Edad Contemporánea no podían dejar de afectar al espíritu de nuestra época.
        Europa está enferma. Está enferma y sus nuevas generaciones buscan a ciegas, tanteando, cuando la solución quizá estaría en buscar nuestra propia idiosincracia, nuestras raíces de continente innovador, revolucionario, humanista... y ahora viejo. Nuestra historia. Una historia que va más allá de las guerras y las civilizaciones; una historia que es la que ha conquistado el libre pensamiento, el Estado laico, los derechos humanos.
        Todos estos ideales surgieron de las raíces de Europa. Y esos ideales, esos derechos humanos y ese concepto de humanidad por encima de las civilizaciones son el espíritu que tenemos que rescatar, que tenemos que hacer perdurar y dejar como herencia, por encima de los devenires económicos. Contra el imperio de las economías que han enfermado a Europa; a Europa como ideal, a Europa como espíritu y a Europa como historia. Y la clave está en sus pensadores, sus ideólogos, sus filósofos, que nacieron en Europa y en su espíritu perviven; porque hay un concepto de filosofía que se ciñe a lo que se ha hecho en Europa, en Occidente, y que la distingue del mal uso de "filosofía" que se extiende a demasiadas formas de pensar, que lo descontamina de todo lo que no la hace autónoma. Autónoma de revelaciones, de intereses ideológicos y de localismos. Europa conquistó la libertad de pensamiento, y eso es conquistar la libertad del hombre, dejándole a solas consigo mismo ante la naturaleza y ante el universo.
        Y para entender la Europa actual, que está en el epicentro de las miras del mundo, a la que se culpa como si lo hubiera enfermado cuando es el mundo el que la enferma, hay que revisar nuestro pasado intelectual, al menos el de los profetas que aventuraban esa sombra que se cierne sobre Europa, esa enfermedad que se esconde tras la crisis económica y que es la enfermedad que está minando sus valores conquistados: los de los derechos humanos al margen de cualquier confesión religiosa, clase social, sexo, edad o nacionalidad. La dignidad del hombre.
        Decir que para salvar la situación económica hay que sacrificar los derechos laborales -que son derechos humanos- es como decir que para salvar una vida hay que arrancarle el corazón. ¿No es mejor amputar la lacra económica del liberalismo, pervertido en capitalismo de capital fantasma, vacío de riqueza real y contenido? Revisar gastos absurdos e improductivos, eliminar las lacras del hombre-masa que pretende que la vida le venga hecha y que se enfanga en la búsqueda de la comodidad en contra de la creatividad y la producción, es necesario. Someter la dignidad humana a intereses económicos, es la gran perversión.
       Necesitamos, efectivamente, una nueva moral. No un "contenido moral" que nos venga impuesto. La lección del nihilismo es saber que los valores se crean y se destruyen. Para no confundir términos, más que de valores hablaría de ideales, de cánones, ya sean éticos, políticos o estéticos. Hay que hablar de contenidos de valor. Pero si el nihilismo nos enseña que hay que saber acabar con ideologías caducas, el formalismo moral de Kant nos enseñó también el valor de la acción moral en sí misma: obra de forma que quieras que tu voluntad se tornara en voluntad universal. Trata siempre a la humanidad, y a ti misma como miembro de ella, siempre como un fin, nunca como un medio.
        La dignidad humana en sí misma, sin necesidad de justificaciones (criatura de Dios, servidores de un sistema...) es irrenunciable ante cualquier nihilismo. Pero no es un contenido, por eso no atenta contra la necesidad de regenerar nuestros valores.
     Europa se ha quedado sin moral. Lo vemos a cada instante. Hay que recortar puestos imprescindibles (sanidad, educación, los obreros de base de las empresas...) mientras no sólo no desaparecen sino que crecen asesores, politicastros, subdirectores adjuntos... Hay que mutilar puestos de empleo de creación de riqueza real mientras los bancos siguen jubilando a sus directivos con pensiones millonarias, mientras tiramos el dinero en pensiones vitalicias de diputados, adjuntos y acólitos de políticos, mientras seguimos viendo cómo los estafadores de alto rango roban cantidades que salvarían cualquier crisis económica. ¿Y no nos preguntamos dónde está el dinero? Ahí está el dinero. En manos cada vez de menos, y de los menos productivos. En manos de parásitos que ni crean ni dejan crear.
    No estamos viviendo una crisis económica, estamos viviendo una crisis moral. La crisis económica no existe: es una estafa. Lo sabemos, pero no sabemos reaccionar porque no sabemos nombrarlo. No son las bajadas de sueldo, ni de nivel de vida lo que más enferman la sociedad: es la pérdida de la dignidad del hombre.
     Hay que buscar esa nueva moral. Moral como fuerza interior, creatividad, crecimiento. Hay que generar nuevas perspectivas sobre el mundo. Y, como europeos, sólo podremos hacerlo revisando la historia de nuestro pensamiento. Y regenerando desde ahí la consciencia de lo que habíamos conquistado. Podemos generar nuevas ideologías que den lugar a nuevos sistemas económicos. Eliminar lacras improductivas, empezando por arriba, dándonos cuenta de los defectos de una economía que se ha basado tanto tiempo en riqueza virtual, no real (compro barato en bolsa, vendo caro en bolsa y me hago millonario, sin que haya creado nada). La consecuencia económica está siendo la improductividad, y se está extendiendo cada vez más como una lepra porque, al aferrarnos a nuestro modo de vida narcisista, sin ansias de crecimiento interior ni de creación, estamos justificando moralmente esas grandes estafas inmorales.
     Hace ya casi un siglo de esas profecías de Marx, Nietzsche y Ortega. Y es ahora cuando vivimos su cumplimiento. Intentemos releer de qué hablaban, escuchemos ahora su eco.

La Historia es hoy para Europa la primera condición de su posible saneamiento y resurgir porque cada cual sólo puede tener sus propias virtudes y no las del prójimo.
Europa es vieja. No puede tener, no puede aspirar a tener las virtudes de los jóvenes. Su virtud es el ser vieja, es decir, el tener una larga memoria, una larga historia. Los problemas de su vida se dan en altitudes de complicación que exigen también soluciones muy complicadas y éstas sólo puede proporcionarlas la Historia, de otro modo habría un anacronismo entre la complejidad de sus problemas y la simplicidad juvenil y sin memoria que quisiera dar a sus soluciones. Europa tiene que aprender en la Historia no hallando en ella una norma de lo que puede hacer, la Historia no prevé el futuro, sino que tiene que aprender a evitar lo que no hay que hacer. Por tanto ha de renacer siempre de sí misma, evitando el pasado. Para esto nos sirve la Historia, para libertarnos de lo que fue. Porque el pasado es un revenant y si no se le domi­na con la memoria, refrescándolo, él vuelve siempre contra nosotros y acaba por estrangularnos.
Ésta es mi fe, éste es mi entusiasmo por la Historia, y me complace vivamente, y siempre ha sido para mí un gran fervor español el ver que en este lugar se condensa la atención sobre el pasado, se pasa sobre el pasado, que es la manera de hacerlo fecundo, como se pasa sobre la vieja tierra con el arado, e hiriéndole con el surco se le fructifica.

Ortega y Gasset.