lunes, 4 de abril de 2011

Wittgenstein, III: primer Wittgenstein

EL PRIMER WITTGENSTEIN
EL TRACTATUS

     El Tractatus lógico-filosóficus (más conocido como Tractatus, a secas) está estructurado arquitectónicamente en forma de breves observaciones numeradas, vertebradas y jerarquizadas según las aclaraciones a cada observación.

Mundo, lenguaje y conocimiento
      Define el mundo como la totalidad de los hechos, y el pensamiento como la figura lógica de los hechos. El lenguaje, por tanto, representa el mundo. El elemento atómico de referencia del mundo son los hechos atómicos, no las cosas de que se componen: no es "la mesa", sino "esta mesa aquí y ahora, en relación con el resto de cosas". Del mismo modo, la unidad mínima significativa del lenguaje son las proposiciones atómicas. Los hechos están formados por cosas nombrables; pero a lo que podemos atribuir una función de verdad no es a las cosas ("mesa"), sino a las proposiciones atómicas ("aquí y ahora hay una mesa"). Quiere decir que esto último es lo único susceptible de ser verdadero o falso; las palabras como sustantivos, adjetivos o pronombres nombran cosas, pero no son en sí mismas verdaderas o falsas.

El papel de la filosofía
     Esto es lo que se conoce como isomorfismo entre el lenguaje y el mundo. El lenguaje ideal (el lenguaje lógico) funciona como un mapa del mundo. Pero el lenguaje natural, sin embargo, resulta defectuoso, ambiguo y genera pseudo-problemas. Hay que buscar en él su esqueleto lógico: el lenguaje ideal, para disolver esos pseudo-problemas metafísicos, mostrando su carencia de referente, y por tanto de significado. La función de la filosofía, por tanto, es aclarar el significado de las proposiciones. El propio Tractatus no tiene referencia: se trata del lenguaje hablando de sí mismo. Por eso dice que tiene que ser usado como una escalera de la que tenemos que deshacernos una vez alcanzado el objetivo: la disolución de los problemas metafísicos.
     Lo que no se expresa por sí mismo en el lenguaje, no se puede decir". Así, lo que se ha hecho ha sido no enunciar algo sobre el lenguaje y el isomorfismo del lenguaje con la realidad, sino simplemente mostrarlo. La filosofía no es, por tanto, una ciencia, sino una actividad: lo que hace no es "decir", sino solo aclarar.


Lo místico
     Queda entonces por aclarar a qué hacen referencia las proposiciones éticas, estéticas o religiosas. La solución de Wittgenstein es afirmar que no expresan hechos, sino valores, algo que queda fuera del mundo (recordemos que "el mundo es lo que es el caso").
     La argumentación de Wittgenstein es la siguiente:
- El fundamento de la ética es la voluntad: juzgamos que una acción es buena si está hecha con buena voluntad y mala si está hecha con mala voluntad (observemos que parte de presupuestos kantianos).
- Pero el hecho es que de la voluntad no se puede hablar: no es algo que percibamos en el mundo como un hecho.
- Otra posibilidad es apelar a las consecuencias de la acción como hechos a los que referir el lenguaje ético (en eso se basa la ética utilitarista). Pero, objeta Wittgenstein, las consecuencias no determinan la bondad de la acción, por tanto no valen como hechos que determinen proposiciones éticas.
     No es posible, por tanto, elaborar un discurso racional (lingüísticamente lógico) sobre ética.
     Con respecto a la religión, Wittgenstein se refiere a este ámbito como "lo místico". Lo místico alude a una experiencia que no se puede transmitir adecuadamente con palabras: quedan fuera de los límites del lenguaje. Es el "sentido del mundo", pero este sentido queda fuera del límite de los hechos, y por tanto fuera de los límites del lenguaje. No hay posibilidad de un acceso racional (con lenguaje lógico) a realidades como Dios o los valores éticos o estéticos absolutos. Sólo tenemos experiencia de cierto tipo de sentimientos, que Wittgenstein cataloga en los siguientes:
- Sentimiento de asombro ante el mundo (de ahí que digamos que “Dios lo ha creado”; Dios expresa una voluntad hacedora que le da sentido al mundo)
- Sentimiento de seguridad por estar en sus manos (la confusión y el miedo que producen los avatares de la vida encuentran consuelo en pensar que Dios les da sentido y nos protege).
- Sentimiento de culpabilidad, al creer que juzga nuestra conducta (fruto de que sentimos el valor de la bondad o maldad de nuestra voluntad).
     La conclusión a todo este universo de valores de los que intentamos hablar es que quedan fuera del ámbito de referencia del mundo: los valores no son hechos, por ello no podemos elaborar un discurso lógico sobre ellos. La experiencia mística no es cognoscitiva, sino emocional. El sentido del mundo no es accesible a la razón. Éste es el sentido de su célebre conclusión al Tractatus:

7. De lo que no se puede hablar, es mejor callarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario