sábado, 15 de enero de 2011

Textos de Descartes para comentar

Elegir uno de los siguientes textos para comentar: extraer las ideas principales y explicar la relación que tienen entre sí.

Consejos: buscar siempre la intención con que se afirma cada frase o idea; subrayar las palabras clave a explicar; leer el antes y después de cada texto para ubicarlo adecuadamente.


Soy una cosa que piensa, es decir, que duda, afirma, niega, conoce pocas cosas, ignora otras muchas, ama, odia, quiere, no quiere y también imagina y siente; pues, como he notado anteriormente aunque las cosas que siento e imagino no sean acaso nada fuera de mí y en sí mismas, estoy, sin embargo, seguro de que esos modos de pensar, que llamo sentimientos e imaginaciones, en cuanto que sólo son modos de pensar, residen y se hallan ciertamente en mí. Y en esto poco que acabo de enumerar creo haber dicho todo cuanto sé verdaderamente o, al menos, todo cuanto he notado que sabía hasta aquí. Para procurar ahora extender mi conocimiento, seré circunspecto y consideraré con cuidado si no podré descubrir en mí otras cosas más, de las que no me he apercibido todavía. Estoy seguro de que soy una cosa que piensa; pero ¿no sé también cuáles son los requisitos precisos para estar cierto de algo? Desde luego, en este mi primer conocimiento nada hay que me asegure su verdad, si no es la percepción clara y distinta de lo que digo, la cual no sería, por cierto, suficiente para asegurar que lo que digo sea verdad, si pudiese ocurrir alguna vez que fuese falsa una cosa concebida por mí de ese modo claro y distinto; por lo cual me parece que ya puedo establecer esta regla general: que todas las cosas que percibimos muy clara y distintamente son verdaderas.

(Claves: parte del cogito...; sustancialización: cosa que piensa; explicación de lo que abarca o entiende él por pensar; requisitos de la verdad del conocimiento: claridad y distinción)

Pues bien: entre esas ideas, unas me parecen nacidas conmigo [,] y otras, extrañas y oriundas de fuera [,] y otras, hechas e inventadas por mí mismo. Pues si tengo la facultad de concebir qué sea lo que, en general, se llama cosa o verdad o pensamiento, me parece que no lo debo sino a mi propia naturaleza; pero si oigo ahora un ruido, si veo el sol, si siento el calor, he juzgado siempre que esos sentimientos procedían de algunas cosas existentes fuera de mí; y, por último, me parece que las sirenas, los hipogrifos y otras fantasías por el estilo, son ficciones e invenciones de mi espíritu. Pero también podría persuadirme de que todas esas ideas son de las que llamo extrañas y oriundas de fuera, o bien que todas han nacido conmigo o también que todas han sido hechas por mí, puesto que [aún] no he descubierto su verdadero origen. Y lo que he de hacer, en este lugar, es considerar las que me parecen provenir de algunos objetos fuera de mí y cuáles son las razones que me obligan a creerlas semejantes a esos objetos.
La primera de esas razones es que me parece que la naturaleza me lo enseña; y la segunda, que experimento en mí mismo que esas ideas no dependen de mi voluntad.

(Claves: estudio del contenido del pensar: a qué llama ideas y clasificación de las mismas según parece su origen -innatas, adventicias y ficticias; explicar cada una-; razones por las que las adventicias parecen venir de fuera y explicación de que concluirá que esa sensación no es fiable)

Ahora bien: entre todas las ideas que están en mí, además de la que me representa a mí mismo, la cual no puede aquí ofrecer dificultad alguna, hay otra que me representa a Dios y otras que me representan cosas corporales e inanimadas, ángeles, animales y otros hombres como yo. Y en lo que toca a las ideas que me representan a otros hombres o animales o ángeles, concibo fácilmente que puedan haber sido formadas por la mezcla y composición de las ideas que tengo de las cosas corporales y de la de Dios, aun cuando fuera de mí no hubiese hombres en el mundo, ni animales ni ángeles. Y en lo que toca a las ideas de las cosas corporales, no reconozco en ellas nada tan grande y excelente que no me parezca poder provenir de mí mismo, pues si las considero de cerca y las examino, como hice ayer con la idea de la cera, encuentro que no se dan en ellas sino poquísimas cosas que yo conciba clara y distintamente, y son, a saber: la magnitud, o sea extensión en longitud, anchura y profundidad, la figura que resulta de la terminación de esta extensión, la situación en que los cuerpos, con diferentes figuras, mantienen entre sí, y el movimiento o cambio de esta situación, pudiéndose añadir la sustancia, duración y el número. En cuanto a las demás cosas, luz,colores, sonidos, olores, sabores, calor, frío y otras cualidades que caen bajo el tacto, hállanse en mi pensamiento tan oscuras y confusas que hasta ignoro si son verdaderas o falsas, es decir, si las ideas que concibo de esas cualidades son efectivamente las ideas de cosas reales, o si no me representan más que unos quiméricos seres que no pueden existir. Pues aun cuando he dicho anteriormente que  sólo en los juicios puede darse la verdadera y formal falsedad, sin embargo, puede haber en las ideas cierta falsedad material, a saber: cuando representan lo que no es nada, como si fuera alguna cosa.

(Claves: nombra los tipos de ideas que ha clasificado; diferencia lo que serán los tres tipos de sustancias -el yo, Dios y el mundo-; respecto a las cosas del mundo ve que se puede afirmar de ellas distinguiendo las propiedades que me presentan; explicar el ejemplo de la cera: algunas propiedades son cambiantes y engañosas, como el calor o el frío, el color...).

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