jueves, 27 de enero de 2011

Rousseau, II: teoría política y fundamentación antropológica

TEORÍA POLÍTICA
FUNDAMENTO ANTROPOLÓGICO: EL ESTADO DE NATURALEZA Y EL ORIGEN DEL ESTADO


     En su obra titulada El contrato social Rousseau se plantea cuál es la mejor forma de gobernarse del hombre. Para ello se basa en la contraposición, común con las anteriores teorías contractualistas, entre el estado de naturaleza y la civilización, cristalizada en el Estado.

EL ESTADO DE NATURALEZA
 
     Al contrario que Hobbes [1], Rousseau parte de que “el hombre es bueno, la sociedad le corrompe”. Defiende el ideal del buen salvaje, ilustrado en su obra El Emilio o de la educación.
     Al igual que en otros autores, hay que entenderlo como un concepto hipotético, sin realidad cronológica (el estado de naturaleza no es un análisis histórico, sino una hipótesis sobre lo que sería el hombre despojado de la cultura).
     En el estado de naturaleza, defiende Rousseau, el hombre vagaba sólo; eran pocos y se caracterizaban por la inocencia, la libertad y la igualdad.
Sus sentimientos característicos eran:
· amor a sí mismo (lleva a conservación de la propia vida) y
· la piedad (lleva a compasión por sus semejantes).
     Aunque defiende esta bondad natural, para entender la posterior corrupción del hombre hay que partir de que para Rousseau (como para los otros contractualistas y contra Aristóteles) el hombre no es social por naturaleza.

 
EL CONTRATO SOCIAL

Crítica a la sociedad y origen del Estado

      La sociedad y la civilización surgen cuando aparece la propiedad privada. La población aumenta, surgen las sociedades complejas y el dominio de los poderosos sobre los débiles, apareciendo el Estado que trae consigo la injusticia y la esclavitud.
     La sociedad transforma los sentimientos naturales del hombre (el amor a sí mismo y la piedad) en amor propio, el cual es una pasión artificial que genera comparación con los demás y competitividad. Surgen así la ambición, la rivalidad económica y la desigualdad social.
     El contrato social surge como necesidad porque el hombre no es social por naturaleza. El hombre sale de su estado natural de libertad porque le surgen necesidades de supervivencia que le imponen la creación de algo artificial, ya que el hombre no nació para estar asociado con otros. Es voluntariamente como se unen los unos a los otros, y fundamentan este vínculo con el desarrollo de la moralidad y la racionalidad -aspectos para él negativos- para satisfacer las necesidades que la naturaleza le ha impuesto. La moral y la razón se hacen evidentes en la sociedad al establecer un modelo normativo capaz de crear un orden social que evite la dominación de unos sobre otros y que involucre una representación participativa de todos los miembros de la sociedad.

Bases para fundamentar el contrato social

     Para intentar acercarnos a un Estado más justo, ese contrato debe estar basado en la voluntad general. Rousseau sitúa la soberanía en la voluntad general, que sería el denominador común de todas las voluntades particulares. Se justifica aduciendo que, si no existiera en la sociedad ningún interés común, sería imposible hablar de una sociedad civil, y menos de un contrato social. Está, por tanto, en contra, de la división de poderes y de la delegación de poder.
La enajenación debe ser total en pro de esa voluntad general: “si los individuos conservasen ciertos derechos, como no habría ningún superior común que decidiera entre ellos y el público, cada uno, al ser en un punto su propio juez, pediría serlo así en todos los puntos; el estado de Naturaleza continuaría de este modo y la asociación se haría necesariamente inoperante y tiránica”. Vemos, pues, que, aunque parece acercarse a Locke por partir de la bondad del hombre, se acaba acercando más a Hobbes en la necesidad de imponer el derecho del Estado sobre los individuos.
     Elogia la democracia, pero sus elogios se basan en Estados pequeños; como ciudadano de Ginebra, era admirador de la ciudad-Estado, aunque es significativo que la polis que más admiraba era Esparta. Aunque parece defender la democracia, lo hace sólo sujeta a estos Estados pequeños; en los Estados medianos defiende la aristocracia y en los grandes la monarquía.



 
     El contrato social (1762) de Rousseau está considerado, junto con el Ensayo sobre el gobierno civil (1690) de Locke, uno de los orígenes e inspiración de los modernos modelos de ciudadanía que llegan hasta nuestros días: el liberal y el republicano. El segundo (Locke) hace hincapié en la libertad del individuo sobre el Estado y privilegia la esfera privada sobre la pública; el primero insiste en el carácter participativo de la ciudadanía y el espacio público y político como único escenario de realización del hombre. Liberalismos y nacionalismos, Estados capitalistas y totalitarios, tienen un origen más o menos remoto en ellos.





Con Kant y Rousseau se formula la idea de ciudadanía en torno a la digitad de la persona, su autonomía moral y el ser din en sí misma.

[1] Recordemos que el punto de partida de Hobbes es que el hombre es un lobo para el hombre. El Estado se fundamenta en el pacto que establecen los hombres, delegando su libertad, para preservar su seguridad. Para Locke, en cambio, el hombre nace con ciertos derechos naturales: a la vida, a la libertad y a la propiedad privada; el papel del Estado es preservar esas  libertades naturales.

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