jueves, 9 de diciembre de 2010

Corrección texto Agustín de Hipona

4. Ev.  Concedo que Dios haya dado al hombre la libertad. Pero dime: ¿no te parece que, habiéndonos sido dada para poder obrar el bien, no debería poder entregarse al pecado? Como sucede con la misma justicia, que habiendo sido dada al hombre para obrar el bien, ¿acaso puede alguien vivir mal en virtud de la misma justicia? Pues igualmente, nadie podría servirse de la voluntad para pecar si ésta le hubiera sido dada para obrar bien.


Ag. El Señor me concederá, como lo espero, poderte contestar, o mejor dicho, que tú mismo te contestes, iluminado interiormente por aquella verdad que es la maestrea soberana y universal de todos. Pero quiero antes de nada que me digas brevemente si, teniendo como tienes por bien conocido y cierto lo que antes te pregunté, a saber, que Dios nos ha dado la voluntad libre, procede decir ahora que no ha debido darnos Dios lo que confesamos que nos ha dado. Porque, si no es cierto que Él nos la ha dado, hay motivo para inquirir si nos ha sido dada con razón o sin ella, a fin de que, si llegáramos a ver que nos ha sido dada con razón, tengamos también por cierto que nos la ha dado aquel de quien el hombre ha recibido todos los bienes, y que si, por el contrario, descubriéremos que nos ha sido dada sin razón, entendamos igualmente que no ha podido dárnosla aquél a quien no es lícito culpar de nada. Mas si es cierto que de Él la hemos recibido, es preciso confesar también que, sea cual fuere el modo como nos fue dada, ni debió no dárnosla ni debió dárnosla de otro modo distinto de cómo nos la dio; pues nos la dio aquel cuyos actos no pueden en modo alguno ser razonablemente censurados.
Agustín de Hipona, Del libre albedrío, cap. 1, 4


Esquema previo
Objeción: si Dios da al hombre la libertad para obrar bien, ¿cómo es posible que la use para hacer el mal?
Contestación (apelación a la iluminación)
Dos posibilidades:
a) Si nos la ha dado Dios (que da todos los bienes) es con razón.
b) Si nos ha sido dada sin razón, no ha sido Dios (pues Él todo lo hace con razón).
Hemos aceptado ya que nos ha dado Dios, por tanto ha sido dada con razón.

 
El texto comienza con la siguiente objeción de Evodio: aceptamos que Dios ha dado al hombre el libre albedrío*, pero si éste ha sido otorgado para hacer el bien, no podría usarse para el mal. Siendo que lo usamos mal, Dios sería causante en última instancia del mal en el mundo.
A esto Agustín opone la siguiente contestación: (apelando primero a la iluminación como fuente de la verdad en el hombre):
Nos encontramos ante dos posibilidades:
a) Si nos lo ha dado Dios (que da todos los bienes), es con razón, pues Él no hace nada sin ella.
b) Si nos ha sido dado sin razón, no ha podido ser Dios, pues todo lo hace con buen motivo.
Sabemos que nos lo ha dado Dios, luego es con razón, pues Dios es infinitamente bueno y fuente de todas las bondades, luego sus actos no pueden ser razonablemente censurados.
 Más adelante concluirá que esa razón o motivo es otorgar la capacidad de hacer el bien, para merecer la salvación. Aquí Agustín -o mejor, Evodio- usa el término "libertad" para referirse a la capacidad de elección entre el bien y el mal. Pero en este autor se distingue entre la libertad como estado de bienaventuranza alcanzada por la unión con Dios, que constituye la felicidad humana, y el libre albedrío, como capacidad de elección entre el bien y el mal. Responde así al problema del origen del mal, que debe ser explicado al margen por completo de la responsabilidad de Dios. El primer paso es explicar que es fruto de la elección del hombre (de su libre albedrío), y el segundo justificar el don del libre albedrío como bondad -y no maldad- de Dios, siendo éste el tema que se plantea en este fragmento.


* Podemos usar directamente el término "libertad", tal y como aparece en el texto, siempre y cuando nos demos cuenta de que se refiere a la capacidad de elección entre el bien y el mal, a la que en su filosofía designa con el término específico de "libre albedrío", para distinguirlo del estado de bienaventuranza de los que han alcanzado la salvación.



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