sábado, 18 de diciembre de 2010

Agustín de Hipona por problemas

Esta es una guía para entender la filosofía de Agustín, sabiendo a qué problemas intenta responder. Recuerda que es muy importante estructurar bien las líneas generales del pensamiento de cada autor; la comprensión adecuada hace que esa estructuración sea coherente; repasa los apuntes y y explica los temas de forma clara y demostrando que los entiendes; según el texto que caiga, se pedirá que expliques el problema de lo que sea: empieza por ahí (el tema tal intenta responder a tal...) y continúa con el resto.


El leit-motiv:
     En la época de Agustín, con la proliferación de doctrinas filosóficas y religiosas, preservar una ortodoxia cristiana era crucial. La Iglesia Católica, ya organizada institucionalmente, necesita definirse a sí misma. Las constantes polémicas en torno a la naturaleza de Cristo, la salvación, etc. dan lugar corrientes consideradas heréticas desde dentro de la Iglesia (Maniqueísmo, Pelagianismo...) a las que la Iglesia oficial tendrá que dar respuesta recurriendo a las armas de la argumentación racional, que aporta la filosofía. Pero hay que tener en cuenta que ahora no se trata de una indagación pura, abierta a "donde nos lleve la razón". La verdad se supone que ya está revelada por Dios. Pero aun así resulta oscura para el hombre; de ahí la proliferación de interpretaciones y credos.
     Las cuestiones principales que Agustín intenta salvar se refieren a la naturaleza de Dios y son, a destacar: la omnipotencia y ser absoluto de Dios, y su bondad infinita. Estas verdades aceptadas más la necesidad de contestar a las interpretaciones erróneas dan lugar a lugar uno de los principales temas de debate de la filosofía crisitana: la relación entre razón y fe.

El problema del conocimiento

      Si la verdad está ya revelada y debemos aceptarla por fe, ¿qué sentido tiene la filosofía? (Intenta aquí defender el pensamiento racional frente a los que ensalzan sólo la fe y contestar a los escépticos, que niegan la posibilidad de conocimiento seguro).
     Para responder, Agustín se adhiere al modelo platónico, especialmente a través del Neoplatonismo.
1. Necesidad de justificar el esfuerzo por comprender. (Aquí contamos su teoría del conocimiento: como vía espiritual -defiende así el conocimiento como camino hacia Dios-, como iluminación interior -así Dios es la fuente del conocimiento; explicamos la estructura de los órganos de conocimiento y defendemos la certidumbre de las verdades eternas porque son puestas por Dios-). El esfuerzo por comprender se justifica porque es un camino espiritual cuya meta es Dios (papel del amor en el conocimiento). Fe y razón comparten la misma meta.
2. Necesidad de preservar las verdades de la fe. (Aquí contamos los contrastes entre la filosofía griega y la cristiana y la defensa de las verdades reveladas; contamos su ontología y teología: sobre la naturaleza de Dios, la creación y el ejemplarismo, el orden del mundo, su concepción de la Historia -uno de los problemas que contrastan con la tradición filosófica griega-...).
(Explicamos aquí también la relación entre fe y razón: credo ut intelligam, intelligo ut credam...)

El problema del mal
     Problema tradicional de la teología, su existencia pone en tela de juicio demasiadas cuestiones cruciales: la bondad divina, su omnipotencia... (observamos que, para responder, seguimos en su ontología y teología).
     Nos encontramos con dos posibilidades problemáticas: a) lo ha creado Dios o b) no lo ha creado Dios.
a) Si lo ha creado Dios, Dios no es bondad infinita.
b) Si no lo ha creado Dios, Dios no es omnipotente, pues hay otro poder en el mundo que lo crea.
Solución: combina dos afirmaciones:
1º) El mal no es una entidad en sí misma, sólo es alejamiento del bien (así no hay que recurrir a una fuerza maligna equivalente a Dios, y se salva su omnipotencia).
2º) El mal es fruto de la libertad humana (así consigue explicar su existencia, haciendo responsable al hombre y no a Dios).
     Pero esto nos lleva a otro problema: la libertad humana para hacer el mal.

El problema de la libertad
     Dios ya no es responsable del mal, ahora es el hombre, quien elige entre el bien -identificado con el Ser- y el mal -identificado con el no ser o alejamiento del ser-. ¿Hemos solucionado del todo el problema de la responsabilidad de Dios en el mal? No: si Dios es omnipotente y creador de todo, también nos ha dado Él la libertad, luego en última instancia sería responsable de que pequemos.
Solución: Dios nos da la libertad para que podamos elegir el bien y ser así merecedores de la salvación.
Pero entonces se objeta: si nos la da para el bien, ¿cómo es que el hombre la utiliza para el mal? ¿Acaso la libertad es un don negativo? Para salvar la dignidad de la libertad, Agustín recurrirá a la distinción entre libertad y libre albedrío (aquí explicamos esta distinción).
     Tenemos, pues, que Dios sigue siendo infinitamente bueno y todo lo que nos da es bueno (incluyendo la libertad y la capacidad de elección entre el bien y el mal). Pero de aquí se deriva otro problema: si Dios nos da la libertad para ser merecedores de la salvación, entonces es el hombre el que se salva, no nos salva Dios. Esto cuestiona de nuevo su omnipotencia.

El problema de la salvación
Tenemos, pues:
a) Si Dios nos deja elegir entre el bien y el mal, es el hombre el responsable del mal, pero también el artífice de su salvación, luego ésta depende del hombre y no de Dios. Dios no es entonces ni omnipotente (es el hombre el que puede salvarse) ni omnisciente (no puede saber cómo obraremos si somos realmente libres, luego no sabe de antemano quién se va a salvar y quién no).
b) Si la salvación depende de Dios y no del hombre, no son nuestros actos los que determinan nuestra salvación, luego se cuestiona la finalidad del libre albedrío que se había postulado antes, y también la bondad de Dios, que elige condenar a algunos hombres.
Solución: (aquí recurre a su teoría de la creación y de la Historia, que tenemos que explicar). Combina las siguientes afirmaciones:
- El hombre nace ya condenado (así, no es Dios quien condena a nadie), y esto es así por culpa del pecado original, que heredamos de nuestros padres (contamos la teoría del pecado y la Gracia). Por tanto Dios no condena, sólo salva a los hombres buenos dándoles la oportunidad de trascender su naturaleza carnal (así sus actos siguen siendo todo bondad).
- Dios concede la salvación a quien la merece, por su propia voluntad, pero lo sabe de antemano porque está fuera del tiempo: es eterno. (Aquí hablamos de los dos tipos de hombres y explicamos la Ciudad de Dios).

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