lunes, 5 de julio de 2010

"MEDITACIONES METAFÍSICAS" SOBRE
EL MUNDIAL
Y QUE OPINE CADA CUAL

Aunque soy consciente de pertenecer a una minoría marginal, incomprendida y a menudo muy mal vista (el colectivo de aquéllos a los que no nos gusta el fútbol -subespecie agravante de los que lo critican-) he decidido reflexionar sobre tan apasionante fenómeno. Mi postura previa siempre había sido decir que, como la religión para Marx, el fútbol era el opio del pueblo. Además, siempre he observado que genera enfrentamientos, separaciones entre pueblos y ciudades, en vez de acercamientos, bajas pasiones belicistas e incluso en extremos, violencias justificadas porque "el fútbol es así". 
¿Será posible que mueva tanto algo que me parece tan negativo? En pleno mundial, y ante mi propia euforia cuando gana España (seré tan belicista y pasional como cualquiera, qué le vamos a hacer), he decidido entender lo que de bueno tenga. Pero como desconozco casi por completo el elegido objeto de mi reflexión, tendré que atenerme, como Tomás de Aquino con Dios, a intentar conocerlo por sus efectos. 
Aristóteles pensaba que los Juegos Olímpicos eran un signo de civilización, porque imponían una tregua a la guerra, y era una forma de desahogar los instintos bélicos, liberándose de las lamentables consecuencias que las guerras traen consigo. Puede que sea éste el único argumento que entiendo para explicar por qué la gente se vuelve loca de emoción por algo con lo que, de forma efectiva, no ganamos nada.
Por otro lado, ¿a qué vienen esas pasiones desenfrenadas, que hacen sufrir más veces que dan alegrías -que me expliquen, si no, lo de los hinchas del atleti... con perdón-?. Bueno, a lo mejor también le encontramos una explicación razonable: la katarsis. Debe ser algo así como el gusto por ir a ver tragedias, o dramones, o películas de miedo. En este caso, ¿qué pasiones se liberan? Otra vez, los instintos bélicos. Porque esto es como la guerra, pero sin aliados. Como decían los de Mad Max, sólo puede quedar uno...

Pero vamos con otra crítica. ¿No es función del hombre ser racional? ¿Y no debería ser ese su horizonte? La paz, la concordia... Puede que el fútbol, qué duda cabe, sea más civilizado que la guerra, pero su existencia demuestra que no nos liberamos de ese instinto. Tendremos que dar la razón a Hobbes: dado que tendemos a destruirnos, mejor de forma ficticia. 
Intentémoslo de nuevo enfocando el tema desde la luz natural de la razón. Sigamos el método cartesiano; analicemos y descartemos lo que no sea seguro, y tal vez alcancemos la piedra angular a partir de la cual entender el fútbol y redimir a la humanidad de su naturaleza condenada al belicismo. ¿Qué diría Descartes?... No sé, dudo mucho qué podría pensar Descartes sobre la naturaleza de esta "res" llamada fútbol. Muy cogitans no es, más bien se ve claro que es extensa. Pero en la medida en que lo percibimos, ¿no estará sólo en mi pensamiento? Claro que, quién me dice que realmente eso era un penalti, o una falta, o un córner... ¿No estarán más bien mis pulsiones hinchas engañando mi mente con contenidos falsos? ¿Y si realmente no era gol, no era falta, no era mi equipo el que merecía ganar?... ¡No! No caigamos en esto. ¡Recurramos corriendo a Dios para que nos garantice la victoria e integridad de nuestros colores! (Vaya, me temo que las pasiones han nublado mi razón).
A ver, purifiquemos nuestra razón... Ya está: apelemos a Kant. Veamos: ¿cómo categorizamos el fútbol? Porque es obvio que nos encontramos ante un fenómeno -de masas-. Se desarrolla en unas intuiciones puras muy delimitadas: la longitud de un estadio (que no sé cuanto mide) con sus precisas líneas para marcar el fuera de juego, la meta y esas cosas; y los 90 minutos exactos que dura... De momento, lo que he aprendido es puramente analítico, no hay nada sintético. ¿A qué conclusión llegamos? Nada, para mí es un absoluto noúmeno, nunca llegaré a él, al menos por medio de la razón.
Veámoslo por sus fines. El que gana... Vuelve a competir al año, o a los cuatro... ¿Es que no hay ninguna verdad segura en esto? Me temo que el único que me va a explicar algo es Nietzsche. El fútbol, al fin y al cabo, es un juego. El nihilismo y la creación: crear y destruir, cada liga, cada copa, cada mundial...
En fin, que, como diría Ortega y Gasset, todo es cuestión de perspectiva. Efectivamente, desde la tele uno ve las distintas tomas que muestran desde diversos ángulos la grandeza (que yo nunca pillo) de ciertos goles, remates, o lo que sea; desde la tele también se pueden apreciar los efectos de la perspectiva pequeña y engañosa del árbitro en comparación con el gran plano casi aéreo de las cámaras; y está también la perspectiva emocional, porque canta mucho que birlen un gol a tu equipo, pero en cambio los de los contrarios, es que no está tan claro...

Como no llego a conclusión alguna sobre esta etapa futbolística en la que estamos inmersos, quiero sólo limitarme a hacer una declaración de principios: el mundo debería avanzar hacia un estado de unidad, donde un sólo género y una sola especie compongan el gran equipo único: la humanidad. Mientras tanto...

¡A POR ELLOS, ESPAÑA, QUE PODEMOS CON TODOS!

(Huy, perdón. Bueno, la vida es contradicción; y yo, al fin y al cabo, estoy viva...)

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