miércoles, 10 de febrero de 2010

Matar un ruiseñor


MATAR UN RUISEÑOR
(Basada en la novela de Harper Lee)



---------Matar un ruiseñor es una de las películas más entrañables, profundas y ejemplares que ha dado el séptimo arte. No ignoro que estos valores de contenido tienen su principal mérito en la autora de la novela, Harper Lee, pero la película ha sabido traducirla a un lenguaje visual sutil, emotivo y sin empalagos, sin atisbos de esa vanidad de autor que en ocasiones empaña el amor a la verdadera finalidad del arte: la obra en sí.
-------Sin estridencias, sin aleccionamientos, sin el más mínimo rastro de autocomplacencia, Atticus Finch se imprime en la retina y en el corazón del espectador como una figura edificante. Su intachable altura moral no acompleja, sino que complace y gratifica. Antes que acusar comprende, antes que juzgar enseña, del único modo verdadero en que se enseña la moral: con el propio ejemplo.
El despliegue de actitudes vitales, de choques de intereses y principios, de valores sociales y universales, están tan perfectamente entramados que el film, lejos de apabullar, adquiere un tono humilde y tierno, como si cada uno de nosotros fuéramos guiados, como los niños, por ese camino de la vida que no tiene otro sentido que la formación de la propia personalidad a través de la comprensión de los otros y de uno mismo.
.............A esta edificante ilustración de sensatez e integridad se suma en el film como valor añadido el ser un reflexivo y fiel retrato de una época, con sus prejuicios y estilo de vida.




TEMA Y ARGUMENTO

En un pueblo ficticio de Alabama, Maycomb, Jem y Scout Finch, junto con su amigo Dill, vivirán durante un verano como una experiencia apasionante y reveladora el juicio que se celebra contra Tom Robinson, acusado de violar a una mujer blanca. Paralelamente, en sus aventuras infantiles se verá involucrada la figura de un vecino misterioso que acabará viéndose imbolucrado en la resolución de la trama: Boo Radley.



..........La película plantea, entre otras cosas, la relación entre los valores morales en sí y los códigos sociales, tanto –y fundamentalmente– implícitos –la deshonra de desear a un negro, la presunción de su inferioridad moral...– como explicitados en las leyes. Pero es sobre todo un retrato de la formación y el desarrollo moral de los niños. Intereses, pasiones, principios y prejuicios se presentan ante los ellos como algo adulto, misterioso, por desentrañar.
En el argumento podemos distinguir dos tramas:
· En primer plano, la vida y peripecias de los protagonistas, los niños: su enfoque de la vida, su formación moral a través de su relación con su padre Atticus y, paradójicamente añadido, con Boo. En este plano nos enfrentamos al problema de la formación de los valores contrastando dos figuras opuestas: por un lado, la integridad de un hombre culto (Atticus), que muestra su integridad a través del lenguaje con el que instruye, y de la racionalidad con que demuestra en el juicio la inocencia de su acusado. Por otro lado, la nobleza de un personaje carente de cualquier tipo de formación, no sólo intelectual sino también social (Boo).
· En segundo plano, insertado en el primero y formando parte de la trama de aquél, está la trama del juicio contra Tom Robinson. Aquí se trata la relación entre los valores universales y los culturales, la imbricación y hasta confusión de ambos en las mentes individuales y la influencia de la sociedad y el ambiente en la formación de los valores, Este tema está encarnado en el contrapunto que nos ofrecen los personajes de Mayella y Robert Ewell, personas primarias y miserables, en los que los intereses propios, los miedos y el egoísmo constituyen su motor de acción, tanto social como individual.
,,,,,,,,,,Contrastando estos personajes con el de Boo, la película (y la novela) nos ofrece una encarnación para ilustrar el planteamiento de si la moral es o no independiente del conocimiento, y junto a esto si es o no innata –tema que se podría enfocar en la actualidad desde la perspectiva de la genética–.

LOS PERSONAJES

Niños (Jem, Scaut, Dill): representan un estadio en que la moral se está aún formando y los valores se confunden unos con otros: los morales, los sociales, los egoístas... En principio les vencen los valores externos, de apariencia: quieren un padre al que admirar por su prestigio y reconocimiento en las facetas que ellos valoran. Varias escenas ilustran este aspecto: la del perro rabioso, cuando Jem se sorprende tanto de que su padre posea una de esas cualidades admirables para los niños, de la que podría tan bien haber presumido; en el juicio, cuando es un negro quien les hace levantarse cuando su padre abandona la sala, haciéndoles partícipes del profundo respeto que ha despertado en todos.
Por otro lado, son el punto de vista –la perspectiva– desde el que se desarrolla la trama y en cuanto tal representan el enfoque neutral, objetivo, el punto de fuga desde el que se enfocan exteriormente los conflictos. Estéticamente es una manera de dar profundidad al relato. En este aspecto destaca la niña –la novela es una autobiografía parcial de la autora; como curiosidad, el personaje del niño vecino era en la realidad Truman Capote–.

Atticus Finch: representa la autonomía moral, la integridad absoluta, al margen del honor y la recompensa de cualquier tipo. Su talante se ilustra en la escena donde justifica su aceptación del caso y en la escena de la escopeta, cuya única finalidad es el retrato del personaje. Inspirador de un profundo respeto –representado en la puesta en pie del público negro– es, sin embargo, un personaje difícil de imitar por el que raramente alguien se cambiaría, ya que antepone siempre el deber y la justicia a todo tipo de honores y recompensas –tentaciones a las que pocas personas escapan–, sacrificándolos incluso si es necesario; algo que se ilustra a la perfección en la humildad y amabilidad con que trata al hombre a quien defendió gratis, y que intenta pagarle de algún modo con un saco de frutos.
Su actitud final, cuando su hijo puede ser acusado de asesinato, es un ejemplo culminante de moral kantiana: el sentido del deber se antepone a lo que hubiera sido una natural debilidad paterna de ocultar algo que tanto podría perjudicar a su hijo. En última instancia, todos sabemos que lo hace por él: alguien que valora tanto la moral sabe que lo mejor para su hijo es enfrentarse con altura a la vida.

Robert y Mayella Ewell: carentes de moral, son los causantes del juicio que da pie al argumento de la película. Miserables, incultos, plantean el dilema de la relación entre la pobreza y la posesión de valores morales. El padre parecería más poseedor de una maldad innata, mientras que la hija da una imagen más inclinada a ser víctima de sus circunstancias –aspecto ilustrado por el discurso de Finch en el juicio–; es obvio que en ella vence el miedo y el interés propio sobre su débil y nunca desarrollada moral; su conducta parece regida meramente por impulsos y deseos primarios e inmediatos.

Boo Radley: representa la inocencia, una moral en bruto y, en cuanto tal, innata, ya que no ha sido modelada por el conocimiento y la razón –de los que en cierto modo carece–. En cuanto inocente, parece desconocer la diferencia entre el bien y el mal, al menos en la medida en que éstos se adquieren en sociedad, pero instintivamente arriesga su vida por salvar la de los niños. Parece ejemplificar la idea de que existan valores morales universales innatos y que la naturaleza de la moral consiste en sentimientos, inclinaciones naturales, más que en la razón. Efectivamente, la raíz última de la moral parece tener relación con el amor altruista y la empatía. ¿Es así, es Boo un representante de una moral primaria fruto de su inocencia, o es un personaje amoral –que no inmoral– por regirse únicamente por sentimientos? Éste es uno de los puntos donde la moral kantiana produce cierta desazón y sensación de frialdad: el desprecio de los sentimientos, porque el amor a los demás no deja de presentarse, aunque sea intuitivamente, como uno de los aspectos más nobles y hermosos del ser humano. Recordemos el discurso de Fedro en el Banquete de Platón, donde se hacía de él el pilar de la convivencia social.



¿Es Atticus Finch la encarnación de la moral tal y como la presenta Kant? Desde luego que sí. Pero hay más en él. Como modelo humano, es también un punto de inflexión para establecer una crítica, o quizá una edificación más completa, sobre esa ética depurada, prístina y pulida, y ahondar más en sus raíces emocionales. Algo nos dice que esa inocencia moral de Boo está presente en la raíz de todo aquél que es capaz de edificarse moralmente, y a través de su razón, a sí mismo.

2 comentarios:

  1. Yo diría que Atticus no es la encarnación de la moral tal como la presenta Kant. Hay una escena en que le explica a su hjija lo que significa transigir. Creo que Kant no admitiría tal cosa.

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    1. Hola, anónimo. Tendría que revisar esa conversación, porque no recuerdo su contenido. Estoy de acuerdo en que el personaje de Atticus no se puede reducir meramente a la moral kantiana, pero si lo pongo como ilustración es desde la perspectiva del sentido del deber: Atticus se plantea la necesidad de llevar a la ley lo que cree el crimen de su propio hijo, porque así debe ser, y se plantea, desde esa legalidad, cuál debería ser su defensa. Así mismo, trasciende los prejuicios sociales, no gana dinero ni prestigio con su defensa de Tom Robinson, pero es lo que debe hacer. Sí representa la moral al margen de cualquier inclinación sensible, interés o sentimiento, en ese sentido lo pongo como ilustración de la base del planteamiento kantiano (teniendo en cuenta, además, que es una película que pongo en clase para explicar los autores vistos en ética, que no pueden ser muchos y se limita a una introducción a la ética, lógicamente).
      Pero dado que has iniciado un diálogo muy interesante, me gustaría enfocar otra perspectiva: la diferencia entre moral y sabiduría. Ciertamente, la moral nos habla del bien y el mal, de cómo debería ser el mundo (Kant es quien primero plantea la moral desde la estructura formal del deber como piedra angular, prescindiendo del contenido). Pero debemos darnos cuenta de que el mundo no es como debe, y de que las acciones de los demás no dependen de nosotros, sino de la voluntad de cada cual. Transigir significa darse cuenta de que no siempre vamos a salirnos con la nuestra, ni siquiera en el sentido moral: aunque "la nuestra" sea la voluntad moral. El mundo es lo que es, por eso el imperativo categórico es un deber ser, y no un ser. Al margen de la moral, tenemos (muy lícitamente) otros intereses que, mientras no interfieran con la moral, también querremos defender (felicidad, subsistencia, placer, amor...). No transgredir la moral (no hacer nada contra ella) no significa que no tengamos otros intereses que podamos defender. Creo que "transigir" no se referirá a permitir algo malo pudiendo evitarlo, sino a aceptar nuestras limitaciones en el mundo.
      Cuando tenga ocasión de revisar la escena comentaré algo más concreto sobre ella.
      Muchas gracias, anónimo, y un saludo.

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