miércoles, 24 de febrero de 2010

Inteligencia artificial y mónadas de Leibniz


El otro día estuve viendo en la tele, en el programa Redes, un reportaje sobre inteligencia artificial.

En un simulacro de futuro, una persona hablaba de tener la inteligencia optimizada, de guardar archivos de disco duro de uno mismo...

¿No plantea esto serias paradojas sobre la identidad del yo?

Un ejemplo de posibilidades que planteaba era reunirse virtualmente con antiguos compañeros de promoción en una recreación virtual de lo que fue su universidad, desaparecida hacía cincuenta años. Y decía que en ese encuentro hacían lo mismo que entonces, pero virtualmente, claro.

Y yo empecé a plantearme: en realidad, lo que estás "viviendo" (experimentando) se desarrolla en un espacio virtual, donde tus amigos aparecen como personajes virtuales. ¿Se parece eso más a vivir o a soñar? ¿No es una forma de estar atrapado en tu propia mente? ¿Qué distinción hay, entonces, entre mi mente y los otros, si forman parte de mi mente y da igual percibirlos de un modo u otro?

En realidad es sólo una forma de replantear el viejo tema cartesiano. O si se prefiere el de Hume: no puedo conocer nada fuera de mis percepciones, la simple impresión es el límite. Pero la primera sugerencia que me vino es que en ese mundo en que parece que la realidad se encierra en mi mente, y se supone que se refleja del mismo modo en otras mentes, se está retratando de alguna forma la teoría de las mónadas de Leibniz.

Lo malo de lo que pensamos o reflexionamos es que tiene un impacto emocional. Porque no puedo evitar decir que sentí cierta angustia: necesito sentirme realmente querida por las personas a las que quiero; y necesito querer realmente a alguien. ¿Se pueden archivar también en disco duro los sentimientos, o sólo las percepciones y las creencias?

Desde aquel encajonamiento mental en que nos sumió la Edad Moderna, la historia de la Filosofía ha sido un intento (entre otras cosas) de encontrar de nuevo referencias que nos anclen en la realidad. Y esto ocurre porque, en el fondo, el ser humano tiene "sed de realidad". Me angustió imaginarme que podría insertarme un programa donde me percibiera siendo querida, teniendo amigos... Y que la realidad no fuera más que un sueño de mi mente aislada, sola en el mundo (o debo decir sola, a secas, no habiendo más mundo que yo). Necesito creer que las personas a las que quiero son reales. Aunque no pueda demostrar que hay diferencia, esa necesidad me incita a encontrar el sentido de esa realidad virtual en contraste con la realidad "real". Si la reflexión hizo impacto en mis emociones, estas emociones a su vez sé que canalizan mi interpretación del mundo, por lo menos la guían marcándole las metas.

Quizás ahí esté la clave de la realidad: el amor como única fuente de conexión con un mundo exterior.

5 comentarios:

  1. pero para poder "programar" experiencias o sentimientos virtuales, en alguna ocasión habremos tenido que experimentarlos de verdad ¿cómo voy a elaborar un programa de amor o amistad si verdaderamente no he aprendido o experimentado antes tales sentimientos? :-[

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  2. Genial tu observación. Quizá ése sea el mejor punto de apoyo para buscar un enlace con la realidad: la primera experiencia de algo.

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  3. Pero supongo que, además de "experimentar la primera experencia", es necesario ser consciente de ello, y de que efectivamente esa experiencia es cierta... vamos, que me meto en un círculo vicioso ;-(

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  4. No es tan malo, experimentar en un mundo virtual, algo que está en tu mente. Tu dices, que no puedes distinguir el mundo virtual del real, la película Avatar, es un buen ejemplo...una persona paralítica o con alguna enfermedad, puede volver a sentir lo que experimentaba antes. En su mundo real, tiene todo lo demás, simplemente se pueden complementar. Es mejor ver el lado positivo de la ciencia...

    Saludos
    pd:tb vi ese capítulo de Redes, me encanta ese programa.

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  5. Hola, anónimo. Creo que voy a tener que ver Avatar (me avergüenza estar tan fuera del mundo.
    Te agradezco mucho tu comentario, porque es obvio que ese mundo virtual tiene muchas posibles ventajas (aparte de las que ya conocemos) y en mi comentario parece que sólo presento lo negativo.
    De alguna manera, si estamos encerrados en nosotros mismos, lo estamos con ordenadores o no. No es un mundo que me dé miedo, es sólo que plantea muchas paradojas sobre la identidad, paradojas que, por otra parte, no son nuevas (ya se han planteado en la filosofía, en el cine y en la literatura), pero que se están haciendo realidad. Quizá habría que decir que nos ofrecen la posibilidad de experimentarlas y avanzar, de algún modo, en ese complejo camino de saber qué o quiénes somos.
    Un saludo.

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