domingo, 23 de agosto de 2009

Modelos humanos y conciencia colectiva

MODELOS HUMANOS Y CONCIENCIA COLECTIVA

..........El doctor Pedro Cavadas, hoy en los medios por un innovador transplante de cara, me llamó la atención desde que leí un reportaje en que se hablaba de cómo dejó su vida de lujo y presunción (ganada con mucho mérito, poca gente tiene esos lujos trabajando) para dedicarse a ayudar a otros. Desde su campo de conocimiento es un ejemplo de persona que ha cambiado el chip de "hasta dónde puedo llegar" por el de "qué puedo aportar a los demás".
..........Cuando nos encontramos con personas distintas, llamativas, con cualidades especiales, es natural que queramos saber más de ellos. Internet nos proporciona hoy día una formidable aunque indiscriminada herramienta para ello. Pues bien, mientras iba creciendo mi admiración por su valor, inteligencia, resistencia física (¡operaciones de quince horas tras un vuelo desde Kenia!), crecía también mi alegría al encontrar que, de vez en cuando, saltan a la información pública ejemplos humanos como éste; y subrayo ejemplo porque es así como se crea la conciencia: a través de lo que practicamos, y no de discursos y predicamentos.
.........Y así es, por tanto, como se genera la conciencia pública, a través de los personajes que se nos ponen en ese escaparate común. Y entre tanto personaje absurdo e interesado, que su papel tendrán, se echa de menos que se hable de tantos héroes anónimos como hay (no olvido otros ejemplos loables como Manuel Patarroyo, Jesús Neyra, Vicente Ferrer...), de gente que de verdad sirva de ejemplo a la sociedad, que nos inspire cómo podemos y debemos obrar. Pues bien, cuál no sería mi sorpresa cuando me encuentro un comentario en una página web en el que alguien declara “estar harta” de este personaje mediático, al que niega el derecho a quejarse de los periodistas (y está defendiendo el derecho moral y legal a la intimidad de su paciente) haciéndole único culpable dada su notoriedad, al que intenta denigrar aduciendo que no en todas las operaciones haya tenido el deseado éxito, y al que acaba, literalmente, insultando. Obviamente, es ese tipo de personas que no soportan el reconocimiento ajeno, porque no tienen valía para hacer nada digno de ser reconocido.
.........Que exista un ser humano así, a quien molesta la “fama” de Pedro Cavadas sin importarle su contenido, no es más que motivo de lástima para sí mismo. Lo malo es que es un prototipo social, tan extendido que hace que se ponga de manifiesto la vergüenza de conciencia pública que sufrimos hoy en día. A pesar de que, a priori, todos sabemos o sentimos lo que está bien y mal, quienes niegan someter sus intereses, carencias morales y mezquindades a unos principios universales básicos campean a sus anchas, y lo peor es que muchos de estos exponentes de tan bajo prototipo social, o que se aprovechan de él, dominan importantes ámbitos de los medios de comunicación o de cualquier forma de poder.
Estamos durmiendo nuestra propia conciencia, dejándonos convencer de la maldad innata del ser humano, de su naturaleza interesada y mezquina. Bombardeados con noticias de delitos cometidos por gente infame, con protagonismos de personas absurdas que venden su cuerpo y su mente sin respeto por su dignidad ni por la ajena; con extravagancias de famosos de cualquier índole alienados por el peso de su propia fama… Y resulta que cuando salen a la luz pruebas de cómo el ser humano puede alcanzar cotas de desarrollo espiritual y moral que deberían ser nuestro verdadero horizonte, surgen voces destructivas contra todo lo que puedan significar.
El porqué de estas actitudes está en la propia limitación de quienes las ostentan. Por extraño que parezca, es su propia conciencia, a la que no tienen valor ni fuerza para obedecer, la que les impulsa a sentir así. Mientras pensamos que “todo el mundo haría lo mismo”, justificamos tranquilos nuestras miserias morales. Pero si alguien demuestra que tiene más altura moral que uno mismo… El golpe es grande, la autoimagen se ve seriamente resentida y el rencor hace aflorar la envidia y hasta el odio.
Es fácil pensar que allá aquéllos que así hablan y así obran. Pero la conciencia colectiva es responsabilidad de todos. Frente a lo que de hecho se ponen como modelos, famosos al uso, la sociedad, desde su cara institucional, predica lo que se conoce como “educación en valores”. Pero, ¿qué es eso? Unas palabras preciosas, pervertidas por su falta de adhesión a la realidad. Una realidad que es esa conciencia colectiva que se niega a educarse, en la que todos estamos envueltos y de la que se alimentan las conciencias de las nuevas generaciones. Palabras que sólo sirven como maquillaje institucional o adorno de planes de estudio.
Para educar en valores hay que reflexionar sobre su naturaleza, y estudiar con cuáles nos movemos. Reconocer la miseria que subyace a esa necesidad de hundir la fama de quienes han llegado a ella por una actitud moral es sólo un principio para aprender a educar en valores. Personas como Cavadas son ese ejemplo que puede poner en evidencia la somnolencia moral que nos embarga. Comencemos a educarnos en valores a nosotros mismos, que es por donde se empieza.

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